Sócrates
no escribió línea alguna. De ello, sentencia Heidegger, es el más
genuino de los pensadores, y ya con ello su sabiduría es la más lejana;
de ello el más vinculante para todos. Sus contemporáneos, los que lo
precedieron décadas antes, además, apenas requerían breves sentencias en
pocas líneas a bien enunciar un todo, y ya, del todo enunciado,
enfilarse a los gobiernos de sus pueblos, a la doctrina
de sus masas, a la instrumentación del cardumen, de la espada y la
plomada. El Silencio. Hoy, sin distinguir de la filosofía el periodo
técnico de formación y
el orden de realidad política de la vida
cotidiana -la posibilidad de nuestro sustento-, la filosofía se consume
en esos juegos charlatanes que Parménides de Elea ensañaba -nos cuenta
Platón- al joven Socrates a bien comienzo y boda, bien de la lógica
antes de que la palabra fuese mascullada por escritos de vana retórica y
ciega lógica. Así, los filósofos que charlatanizan, los adolescentes,
son los grandes asesinos del mundo en nada, en unas dos o tres ideas que
sólo aletargan y nos destruyen del porvenir la instrumentación del
antiguo fuego en el apercatarnos de los advenires que ya siempre nos
suscitan. Pensados pensadores, la ciencia es para los débiles, a la
fuerza del pensamiento está el gobierno, la guerra, y la construcción de
los Estados.
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