miércoles, 9 de abril de 2014

Sócrates

Sócrates no escribió línea alguna. De ello, sentencia Heidegger, es el más genuino de los pensadores, y ya con ello su sabiduría es la más lejana; de ello el más vinculante para todos. Sus contemporáneos, los que lo precedieron décadas antes, además, apenas requerían breves sentencias en pocas líneas a bien enunciar un todo, y ya, del todo enunciado, enfilarse a los gobiernos de sus pueblos, a la doctrina de sus masas, a la instrumentación del cardumen, de la espada y la plomada. El Silencio. Hoy, sin distinguir de la filosofía el periodo técnico de formación y
el orden de realidad política de la vida cotidiana -la posibilidad de nuestro sustento-, la filosofía se consume en esos juegos charlatanes que Parménides de Elea ensañaba -nos cuenta Platón- al joven Socrates a bien comienzo y boda, bien de la lógica antes de que la palabra fuese mascullada por escritos de vana retórica y ciega lógica. Así, los filósofos que charlatanizan, los adolescentes, son los grandes asesinos del mundo en nada, en unas dos o tres ideas que sólo aletargan y nos destruyen del porvenir la instrumentación del antiguo fuego en el apercatarnos de los advenires que ya siempre nos suscitan. Pensados pensadores, la ciencia es para los débiles, a la fuerza del pensamiento está el gobierno, la guerra, y la construcción de los Estados.

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