domingo, 5 de enero de 2014

Hola, ¿qué hace?





Permítase entonces usted separar razones y sentimientos. A la historicidad de la proposición de las razones, a la textuación en quien por letras la razón se inscribe, delegue después entonces el sentimiento, el sentido, la sensación, a un supuesto universal antropológico –una naturaleza constitutiva si usted mejor lo quiere, no preste atención, es un a priori-, una constitución irracional –o prerracional si mejor lo prefiere- a la cual no obedece la historia ni a su institución ni en su arroyo, y en la cual, de hecho, la historia se prescribe. Suspire. ¿Qué hace? Ah, bueno, maravilla, que ningún sentimiento hace nuevo, y luego usted como si nada, va y lo predica a las flores, las estrellas, los dolores bonitos de las personas. Esto es espíritu, se dice, aquello materia, nos llama. ¡Y claro, la materia es natural! Cuídese tan sólo de mantenerse al margen. Razones allá, sentimientos acá. Usted y yo y sólo esto: a aquello le llama usted poesía.








Le repito, manténgase alejado de letras. 








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