miércoles, 29 de junio de 2011

La estandarización

Pensaba respecto a la expresión “la estandarización de la conciencia”, pero regresé y reescribí la expresión así: “La estandarización del lenguaje”. Pensé después la causa a mi duda por la conciencia; inmediatamente pensé en la Crítica, inmediatamente, después pensé en ti.

¿Dónde se inscribe la inmediatez de lo inmediato?

La descripción fenomenológica de cómo se aprehende a escribir en una lengua que no es la propia, ¿diferirá respecto a la categorilidad descriptiva de una fenomenología sobre la aprenhensión de la lengua materna? ¿Acaso se conoce cuál fenómeno es que acontece ahí, ante el escribir?

Y es que la escritura, que no es discurso, es lenguaje.

El cómo se presenta el lenguaje no puede ser nivelado a una experiencia común y homogénea que, con base a formalizaciones prácticas y comprobadas, pretenda instituir el control real de la enseñanza y aprendizaje del mismo [Clásico], salvo para la intensión política de prolongar el despliegue de dominio y control de lo real acaeciente; que, si como en el caso de los estudios humanísticos y las ciencias sociales, en el ser-ahí del ser humano la escritura es el primer ensamble de donde parte y a donde retorna la comunicabilidad – la discusión, la argumentación, el diálogo o la construcción de teorías, conocimientos, y ya con esto, la totalidad de la politicidad humana –, el lenguaje de suyo no puede ser enseñado de manera ostensiva.

Y es que un padre, al hablar con su bebe, no suspende las consideraciones de su propia habla que lo han facultado en la aprensión y dominio de su habla desde las especializaciones técnicas a tal comando. El transitar de sus pensamientos no es mediante una lengua viva, una lengua hablada, que ha logrado suspender la “artificialidad” de sus enunciaciones, sino que mediante – y sin poderse olvidar – un lenguaje escritural, con sus “inflexiones”, sus “alientos” y sus “tonalidades”, viene el padre a reconferir la primera captación de lo acontecente y que, a una, confluye en el uso real de la palabra al momento de la apertura significante del entorno para el ser-ahí del infante:

Todo.

Aquí inicia el resto, o los restos, o lo que no quedo sumergido en la desolación.

Y es que nos habéis arrebatado todo.

Pero en esto ¿dónde queda la presunción de ostensividad, los recursos empíricos que han fijado las determinaciones categoriales que han inscrito el ser de las cosas al plexo de su utilidad? Que aún cuando digamos que el lenguaje de suyo no puede ser enseñado, sabemos que esto es algo que se realiza. Más allá de los resultados, ¿bajo que principio se han efectuado estos sistemas?, ¿ante qué pauta es que se han mediado? ¿Cabría pensar si esto es en pos de un fin?

El lenguaje, más allá de los métodos, es simplemente mostrado y practicado –su ahí – en la asignabilidad designante particular de cada uno de los existentes.

La pregunta no es simplemente cómo el lenguaje pre-forma al pensamiento, sino cómo ya, la disposición técnica del lenguaje, faculta al pensar en pos de la mismidad de su acontecer, la reiteración de los mismos transcursos que en la ostensividad dispone de una narrativa total que clausura el pálpito de la nada.

Respecto a la comunicabilidad, el ámbito de disponibilidad técnica del lenguaje, ¿cómo altera el carácter acaeciente del discurso? Cabría suponer que esto alterado, como espacio-temporalidad del decir, ¿se encuentre en relación a la capacidad a perforar la interioridad de los espacios y, como el conejo de Alicia, recorra la nada en la otredad de lo real como en un túnel que ante la in-disponibilidad de la temporalidad resguarda el ingreso a lo ficcional de la discursividad?

Cabría comenzar pensando que esta temporalidad signada en emblemas, en íconos, en los calendarios, es un producto de aquello mismo que a posteriori retorna a sobre-determinar: el singo de la carne se haya así pre-disponible a reiterar el mismo cuerpo, la misma sangre, de un Cristo irreal e intemperante.


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