miércoles, 23 de marzo de 2011

Estela

Cuatro generaciones que hablaron
Del hombre, del cielo,
De la tierra, de la gente.

Entre el hombre y la gente
Los dioses, el dios y su muerte,

En esas palabras que trazan el cielo.

El ave mi padre, las aves del oriente.

La oímos cantar. Recuerda.

Antiguos linajes preservados
Más allá de la destrucción de la ciudad.

Cada piedra colocada cual signo

Cada palabra enuncia su propiedad,
Su vacío.

La asignación de su destino y el temblor de la carne

Cada signo soporta su sentido,

Cada sentido desangra al mortal.

Desgarrado, muerto.

Tiempo e Historia

Príncipes de la paz eterna.

Apolo y Dionisio cantan y bailan cada siglo.

No contemplo leyes de nación, de Estela,
De roca dura inexistente,
de leyendas oscuras sobre un linaje
que nunca nos precedió,
que nunca socorrió nuestra ansiedad,
nuestro misterio.

Nuestra tierra desolada de sus mitos,
De tu martillo,
de tu lanza,
De tu invocación.

De tu corte de tinieblas y encanto,
De tus clavos lacerantes,
De tus higueras defloradas,
De tus palabras de infierno y silencio.
De martir, de salvación,
De ignorancia.

Sangre que brota de la espada,
Espada que retorna al silencio.

Cada piedra es testigo del mismo maleficio.
Cada piedra susurra sus tiempos sin aurora.

El hombre, espejo divino.

El fuego.

¿Qué música oyó aquél
que en su nombre porta
el canto de las aves?

Cada destrucción recuerda en piel
todos los ídolos enterrados.

Dame la palabra que arrulla la noche,

Dame el canto de la estrella que muere,

Deme la imagen del siglo de victoria,

Dame todo lo que tu aliento nos obligó a callar.

A callarte.

Al amparo del silencio te vi recorrer la costa,
Tránsito sin texto y sin fuentes para tu sed.

Tributo en marfiles,
fuegos que regocijan al suelo,
Que lo danzan,
Que desplazan la marca de la tierra de mi gente.

Perforada mi piel con los huesos de mis enemigos,
Canibalismo del muerto que preserva sus pasos,
Comiendo mis labios, mi frente, mi nariz.

Ven, te doy mi lengua.

Camina ya sin piernas el hermano tiempo,
Sopla su silencio entre la carne y la pared.
La sangre de mi pueblo en el viento,
El Viento de dios sin pared, sin sustento.

¿Dónde están mis templos?
Dijo el Dios del silencio.

Entró el hombre a la gente.

Pórtico original
Que aún en su muerte sabe
Del abismo interno.

Siempre viva,
A devolver
En lágrimas, en lluvia,
Su propio corazón.

Cauterización de la totalidad del despliegue.

En esas palabras que trazan la carne.

Lamento sagrado de lo sagrado
Sacrificio de lo eterno
Y la voluntad de poder
En el altar del pasado.

Cuerpo, historia, mujer.

En goce secreto
Deposita aquí todo tu dolor.

Hermano
Quiero preservar cada verso
En un aparato instrumental
De cálculo, predicción y destino.

Poema.

El centro del abismo
Tierra gélida que brota de su suelo
Al calor del hermano ardiente

- Humano -

Este es mi mundo.

1 comentario:

  1. Cada signo soporta lo que puede,cada piedra se nutre de los sedimentos
    del tiempo o se degrada,
    es lengua, cuerpo, historia,
    corazón en abismo
    poema-hermano-humano
    depositario del dolor
    del sacrificio callado
    de èse y otros mundos

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