domingo, 8 de agosto de 2010

Apuesta

Todo se petrificó y después fue demolido,
todo se petrificó y fue consumido
en mil horas de silencio
debajo de las nubes inmóviles,

donde el rostro del amor
se difuminó en mil apuestas de neblinas,
que ya nadie reclamó
sin importar las ruedas de la ruleta,
o cuántas veces el diosecillo del viento
nos favoreció con sus cortinas de silencio,
con sus suspiros de tretas y estafas de aliento.

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