domingo, 13 de junio de 2010

La sombra del sol

El rostro de muerte de tu dios hecho carne,
la circunvolución del conejo reflejado en la primera noche
de los tiempos de burla y carnaval:
el agobio de la doble esencia confrontada en el signo:
la piedra oscura que señala el final, la sátira, la charada,
la desgracia, el alcohol de sus venas en deuda con el signo.

Doble esencia del ave que lacera las nubes,
la carne apetito del cielo y el cielo que rehuye
a la muerte de tus tiempos, al corazón del palacio,
nunca visto, nunca visitado, corazón penumbra
del dios hecho angustia, desolado, hombre-sol
confrontado con su sombra en la noche del reflejo
de su rostro perdido de su antiguo nombre,
del augurio conocido pero no esperado,
de su antigua invocación que construyó al hombre,
sus pasos y sus palacios al sur del cielo,
en roca conocida por su resplandor.

Todas las invocaciones: todas las sombras
todos los escalones,
Banderas, estandartes, la esencia confundida
en un solo nombre, habitantes
del ombligo de la luna, el nombre de muerte
del dios, dios ahora ausente.

Los tambores de la guerra que vuelven a blandir
en los golpes o los signos del sonido de la noche
que se clausura en locura y desesperación,
es el destino del dios-hombre perdido de su aliento,
de su voz, de la pluma que gravita de la tierra
alejada de su sol, la sombra, la serpiente.

En el camino de la tierra en la insurgencia
del quinto Sol, radiante como una noche de violencia,
escama de pedernal que palpita de tu gloria.
Del agente que muestra los días en sus noches,
animación, que palpita del cuero tañido que blande del tambor,
las pieles depositadas en el suelo cuanto antes fueron estrellas,
cuando antes fueron y ahora son el resplandor
que yace del reflejo de los ojos del conejo,
de la noche, de la muerte, de la luna,
de las plumas de su carne, de la locura y de la desesperación:
Del espejo que refleja su reflejo,
del espejo que muestra su luna al sol,
del dios que teme morir y no ser dios.

Ajeno, se levanta en alarido, violencia y rencor,
violencia y temor de ser el reflejo del dios
que antes fue sombra y antes fue mar,
que antes fuera conciencia, palabra y razón,
que antes fuera propiciador del amor
y ahora teme ser noche de la noche de su alarido
y su potencia, perdida en la noche del alcohol y
la alteridad de su vocación: la partida y la peste.

Signo perdido de su signo, el torpe afán
de conciliar cuchillo y pedernal,
la pluma y la escama en combate
con el signo de luz y la asignación del final,
del ocaso y del conejo, la violencia recurrente
como sueño, ahora la muerte del hombre,
de la mujer, del niño, del animal.

El designio de la voz, zozobra, despertar,
y la voces de la tierra que te aguarda para ser tu mujer,
y tu madre, tu diosa, tu ocaso, tu inmortalidad:
la historia de otro Ser en la promesa de tu regreso,
del final de la era de este país maltrecho de tu ausencia,
de tu violencia, de tus garras que desgarran tus venas,
de las espinas que clavas en tus labios
y que ahora… ahora me obligan a callar.

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