domingo, 25 de abril de 2010

los silente que palpita

I

El sustrato balbuciente de nuestras miradas,
que coloca el signo donde vendrán nuestros días y nuestros destinos,
(Los túmulos de nuestro eterno reposo)
¿No es acaso el sueño que encomiendan
nuestros hijos en nuestros sueños?

Lo balbuciente es tu mano que señala,
y señala hacia un páramo del desierto.
Lo asienta. Lo apisona. En ese abismo está tu casa.

¡Ah! Lo banal de nuestra perspectiva,
que si no cuenta con la conjura de la ley
no tolera que los mares se levanten como destino y creación.

¿Pero acaso no es ya la ley
hija de nuestro soñar balbuciente?,
¿del futuro preñado por nuestros agobios, penas y martirios?,
¿por nuestros delirios de sentido y hondonadas?

Es entonces lo silente de tu mirar
lo que inaugura el hueco de la forma,
Es primer sonido de tus ojos
que salva el abismo silente del entorno,
del palpitar de tus pestañas batidas al abismo.

(que tus ojos enuncian en el mirar que se pliega y el vistazo del caos)


II

No es el poder silente de tu mirada
lo que clausura el caos de tu paso
e inscribe la historia del cosmos y las galaxias
en los signos de tu cabello suelto al viento insolente de los eones.
Era templanza y de pasión descomunal, lo silente,
fe titánica y fúrica y rábica de los tiempos que jamás cesan,
y reclaman el resarcimiento de la instancia primigenia del destino.

Enciendes otro augurio y los pensamientos se siguen abrumando,
al instante expoliado en la cuenta que explota con cada idea,
con cada aporía, de tus labios y en tus labios en un beso al abismo.
Son los cursos de tus muslos que delinean a los vientos, y esculpen
en tu mirarte las fuerzas tectónicas que tejerán los surcos de la tierra.

(Se condensa el punto cero donde espaciotiempo no son, no eran,
pero tampoco hieren u observan)

Es el Tártaro que palpita en el intersticio de nuestro abismo,
Es la tierra de promesas erradas que dijeron realizar su sueño
en tiempos ajenos a la presencia.
Es entonces el dragón de nuestros ojos, él anuncia
el final de nuestras disputas y nuestros sueños.
Aletea tremendas faenas y con aliento terrible
cauteriza cualquier quiebre en la cantera de tus manos y las mías,
de los designios de la almas en combate de posesión a una sola espalda,
una sola lápida o una sola cuerda de vida de la memoria lascera,
Es donde inscribir las asignaciones susurradas por la voz mistérica
de los árboles sobre las manos ya reunidas,
el más allá interior al horizonte que con un golpe lo silente domina.

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